INTENCION

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domingo, 17 de enero de 2016

EVOLUCIONE Y ENCUENTRE SU - PARA QUÉ -




EVOLUCIONE Y ENCUENTRE SU  –PARA QUÉ-

“Hay dos días muy importantes en la vida de todas las personas, el día en que nacemos y el día en que descubrimos para qué nacemos”
- Juan Diego Gómez-

 



Es trascendental tener claro a que venimos a este mundo, laboralmente hablando. Encontrar un –Para Qué- en la vida, ese que provoca lograr cosas que muchas veces no nos creíamos capaces de conquistar.

Imaginemos por un momento que alguien a quien usted no conoce, le pregunta a que se dedica laboralmente, cuál es la actividad a la que usted se dedica y que le provee su principal fuente de ingresos. ¿Cómo sería su respuesta? ¿Con qué intensidad respondería?

Si usted no puede hablar con pasión de su “Para qué” pueden pasar 2 cosas:

1.- Que ése no es realmente su “Para qué” o

2.- Que su “Para qué” no es EXTRAORDINARIO y navegará por los ríos que navegan la mayoría de las personas. Que están medio vivas y que solo esperan el día de su retiro, de su jubilación.

Usted seguramente recordará ése programa de Televisión que se llamaba “El cazador de cocodrilos” con Steve Irwin. Ojalá si lo recuerde; era tal la pasión de este muchacho en el programa, realizando su expediciones, atrapando animales salvajes, muchas veces muy peligrosos, que se percibía claramente como desplegaba su “para qué” que incluso muchas personas con muy poco interés en ése tipo de programas, se  enganchaban en él. Y fíjese, fruto de que este joven vertía toda su energía y talento en el programa, lo llevó a ser exitosísimo. Hoy muchos aún lo recuerdan  con cariño, ya que él murió precisamente en una de sus expediciones.

Analicemos entonces, si cuando a usted le preguntan su  “Para qué” dice alguna de las siguientes respuestas:

·         No tengo ni la más remota idea

·         Si, ya tengo mi para qué- pero a veces me asaltan las dudas

·         A mí me va bien con mi trabajo, pero no sé si ése es mi “para que”

·         He trabajado en muchos oficios y creo que todos me gustan

Mire, una cosa es que uno crea que disfruta su trabajo, que le paguen bien o que usted crea que le pagan bien, que es otra cosa. Y muy distinto es que ese sea el “Para qué” de su vida.

 


 Por favor, no aplace más la tarea de descubrir el “para qué” vino a este mundo, que una poderosa motivación (nivel 10), le ayude a dar saltos cuánticos, no el paso a paso.  Cuando su “para qué” está claro, cuando OJO, sus fortalezas se relacionan con él, cuando lo disfruta, cuando invierte en él y sobre todo lo aplica con principios y valores, no se extrañe en volverse rico y próspero. Y sobre todo y lo más importante, no se extrañe en ver la llegada de un lunes, que quizá sea el día que hoy deteste, como el día preferido de la semana. Y no se extrañe si empieza a hablar, como un verdadero triunfador.

Desarrollando mi “para qué” tendré libertad financiera, desarrollando mi “para qué” tendré tiempo para viajar, para darme gusto, para sonreír más y ¿Por qué no? Para volverme millonario.

Algunas sugerencias para encontrar más fácilmente su “Para qué”:

ü  Que sus fortalezas y sus talentos, se relacionen con su “Para qué”.

ü  Que su “Para qué” se constituya en una motivación tan grande que usted químicamente se sienta distinto.

ü  Acérquese más a los libros, cuando uno lee mucho, tiene muchas ideas, aprende de muchas personas y se le ocurren muchas cosas

ü  Procure siempre tener referentes, cuando usted tiene referentes, cuando hay personas que lo estimulan a seguir sus mismas vidas, va a encontrar probablemente de una manera más fácil su pasión

ü  Independientemente de su religión, encomiéndese a un ser superior, a una fuerza superior, pídale que lo ilumine. El poder de la intención, créame, funciona.

ü  Haga un trabajo social, así no sea remunerado. Vincúlese a la comunidad. Cuando uno tiene vocación de servicio es iluminado, es inspirado para seguir por caminos que anteriormente ni vislumbraba.

ü  Dese a conocer, incremente su círculo de amigos. No se quede en casa viendo televisión, donde muy probablemente no se le va a ocurrir absolutamente nada.

Persevere hasta encontrar aquello que lo apasione. La tentación  más fácil en la que podemos caer es refugiarnos en un empleo  que no disfrutamos, solo para que los días 15 y 30 nos paguen. Eso no es vida, a esta vida no venimos a sobrevivir, a esta vida venimos a vivir. A disfrutar de nuestra pasión y a poner al servicio de la humanidad nuestros talentos.



En lo personal le confieso que en muchos momentos del día e incluso antes de dormir y en cuanto me despierto estoy buscando información, de muchos tipos. Veo mi blog, mis cuentas de Twitter y de Facebook buscando los comentarios de las personas, de mis alumnos, de mis clientes; sus opiniones, ¿Qué solicitan?, ¿Qué les gusta y qué no les gusta?, ¿tendencias de la sociedad?

Eso es una obsesión usted dirá….. Claro ¡ recuerde la frase de ése gran hombre, San Juan Pablo II  “Hay cosas en la vida que hay que hacer demasiado” en referencia a cuando le preguntaban por qué viajaba tanto.

Obsesiónese, la historia solo recuerda a los intensos. La historia solo recuerda a los obsesivos, la historia solo recuerda a esas personas capaces de recorrer la milla extra.

Entonces, no hay que cambiar,  hay que evolucionar ¡

Otro consejo:

En su evolución, imponga su estilo.

Los pioneros siempre fueron criticados, siempre fueron mancillados. Pero tuvieron siempre las mejores tierras.

Sea autentico en su forma de vestir. Imponga su estilo, y no solamente pasa por el vestirse, también por el hablar, por el hacer, por el vivir.

Pregúntese, ¿para cuándo voy a vivir la vida que quiero vivir?, ¿para cuando voy a vivir una vida extraordinaria?

-          Sus motivaciones tendrán la respuesta-

-          Y en su coraje y determinación está la fecha de llegada-
 
 
 

 

 

miércoles, 13 de enero de 2016

UNA LECCIÓN DE DIPLOMACIA



“Si discute usted, y pelea y contradice, puede lograr muchas veces un triunfo, pero será un triunfo vacío, porque jamás obtendrá la buena voluntad del contrincante”
-Benjamín  Franklin-
 

Si quiere usted conocer unos excelentes consejos de cómo tratar a las personas, de dominarse y mejorar su personalidad. Le propongo nos remitamos a un fragmento de la autobiografía de Benjamín Franklin. Es -según Dale Carnegie- “una de las obras más fascinantes que se han escrito”, un clásico en la literatura norteamericana.

En un capitulo que relata los primeros años de su vida, Franklin narra cómo triunfó sobre el hábito inútil de discutir y se transformó en uno de los hombres más capaces, suaves y diplomáticos que figuran en la historia de los Estados Unidos.

Un día, cuando Franklin era un jovenzuelo arrebatado, un viejo pastor cuáquero, amigo suyo, lo llevó a un lugar privado y le descargo unas cuantas verdades, algo así como esto:

Ben, eres imposible, tus opiniones son como una cachetada para quien difiere contigo. Tan es así que ya a nadie interesan tus opiniones, tus amigos cada vez la pasan mejor cuando no estas con ellos, sabes tanto que nadie te puede decir nada, tan es así que nadie va a intentarlo siquiera porque ese esfuerzo solo le produciría incomodidades y trabajos. Por tal razón es muy probable que jamás llegues a saber más de lo que ya sabes ahora, que es muy poco. Terminó diciendo el cuáquero.

Uno de los rasgos más nobles que ha tenido Benjamín Franklin es la forma, a mi juicio, como él acepto esta dolorosa lección. Tenía ya edad suficiente y bastante cordura para saber que era exacta, que si seguía como hasta entonces solo podía llegar al fracaso y a la catástrofe social.

Franklin dio pues una media vuelta y comenzó a modificar su actitud insolente, llena de prejuicios.

“Adopte la regla” – refiere Franklin en su biografía – “de eludir toda contradicción directa  de los sentimientos de los demás y toda afirmación positiva de los míos, hasta me prohibí el empleo de aquellas palabras o expresiones que significan una opinión fija, como; por cierto, indudablemente, etcétera. Y adopte en lugar de ellas; creo, entiendo o imagino que una cosa es así o así me parece por el momento. Cuando una persona aseguraba algo de lo que a mi juicio era un error, yo me negaba el placer de contradecirlo abiertamente y de demostrar enseguida algún absurdo en sus palabras y al responder comentaba que en ciertos casos o circunstancias su opinión sería acertada pero que en el caso presente me parecía que había cierta diferencia”

“Pronto advertí los beneficios de este cambio de actitud” – continúa Franklin – “las conversaciones que entablaba procedían más agradablemente, la forma modesta en que exponía mis opiniones, les procuraba una recepción más pronta y con menos contradicción. Me veía menos mortificado cuando notaba que estaba en un error y conseguía más fácilmente que los otros admitieran sus errores y se sumaran a mi opinión cuando era  justa”.

“Y esta manera de actuar, que al principio emplee con cierta violencia en cuanto a las inclinaciones naturales, se hizo con el tiempo tan fácil y fue tan habitual, que acaso en los últimos 50 años, nadie ha escuchado de mis labios una expresión dogmática y a esta costumbre después de mi carácter de integridad considero deber principalmente el  hecho de que tuve tanto peso ante mis conciudadanos cuando propuse nuevas instituciones o alteración de las antiguas, y tanta influencia en los consejos públicos cuando fui miembro de ellos. Porque yo era un mal orador, jamás elocuente, sujeto a mucha vacilación en la elección de las palabras, incorrecto en el idioma y sin embargo, hice valer mis opiniones”.






¿Qué resultado dan en los negocios los métodos de Benjamín Franklin?

Se pueden resolver problemas delicados cuando en una empresa, por ejemplo; usted puede tener la razón y sus jefes no. Evita uno despojar de la auto-dignidad a sus jefes y brindarles una decorosa salida para que ellos (sus jefes) acepten que usted probablemente tiene razón.

En otros casos, usted puede convencer a un cliente de que está en un error, sin evidenciarlo directamente.

Pensemos entonces que preferimos tener; ¿una buena victoria, académica, teatral o la buena voluntad de una persona?

Muy pocas veces, como bien lo sabía Benjamín Franklin, obtendremos las dos cosas.